¿Vamos a un cumpleaños? ….. Si!!! Desafío superado!!
Nuestro Vicente con casi cuatro años de edad, en el mes de julio, sin tener aún diagnóstico, asistía a su colegio muy feliz ya que el decía tener muy buenos amigos y efectivamente así era!!!
Llegó la primera invitación a un cumpleaños, era una casa de cumpleaños, la primera vez para todos nosotros como familia en un lugar así… juegos inflables enormes de muchos colores, música entretenida y un poco más fuerte de lo habitual, payasitas pintando caritas, todos corriendo sin dirección específica … era todo muy entretenido un caos perfecto tal vez.
Al llegar Vicente observó entusiasmado pero algo lo retuvo a entrar en “este juego sin reglas” y se quedó a mi lado sólo observando, no presentaba angustia, pero tampoco completo agrado, no se quería ir…. Quería jugar, pero “algo” se lo impedía.
Sus amigos se acercaban para invitarlo y Vicente ni siquiera contestaba, obviamente ellos seguían participando de las actividades y disfrutando de esta alegre fiesta.
Los padres de sus compañeros, muy amables se acercaban y preguntaban ¿qué le pasa?, ¿por qué no quiere ir a jugar? ¿le dolerá algo? Tal vez quiere bebida, ¿le traigo torta?, etc, etc. Yo a su lado tampoco sabía qué hacer, no sabía que le pasaba… Por mi parte, trataba de buscar una respuesta o incentivo para que jugara “como todos”. Rogando que nadie más viniera a preguntarnos ¿qué le pasa?, intentando descubrir si era mejor irnos o cuánto debía esperar para que se “animara a participar”. Por fin llegó la hora de la torta y Vicente feliz se sentó y participó junto a sus amigos, cantó el cumpleaños feliz, comió de todo, conversaba, se reía y se veía que lo estaba pasando bien; yo por fin un poco más aliviada…. hasta que llegó el momento de ¡la piñata! Vice recibió su bolsita, pero no quiso ir a sentarse con el grupo. De nuevo, todas las otras mamás se nos acercaban e intentaban animarlo… no hubo caso, yo tratando de hablar con él, buscando las palabras precisas para que quisiera participar, ¡¡pero no lo logré!!
Junto con esto, trataba que nadie más se nos acercara a preguntar y de disimular mi angustia, hasta que por fin comienza la etapa final del cumpleaños, se retiran algunos niños, bajan la música y mi Vice por arte de magia se sube a un juego!!! Era una cama saltarina y junto a una compañera saltaban y se reían, fueron alrededor de 10 minutos en los cuales fue extremadamente feliz… Nos fuimos y en el auto, al preguntarle cómo o había pasado, me contestó que súper bien, que se había entretenido, que había saltado… Mi mente no entendía, ya que era obvio que no había participado casi de nada ¿cómo podía ir tan contento?… y así siguió la historia en cada cumpleaños que asistíamos…
Hasta que el año siguiente, cuando estaba en pre-kínder… tuvimos un diagnóstico!!! Más allá de todas las angustias que en ese momento pudimos sentir, en el fondo era un gran alivio, ya que pudimos entender todo lo que le ocurría e inmediatamente hablamos con algunas apoderadas amigas para contarles lo que estaba pasando, y desde aquel día ellas se transformaron en nuestras acompañantes… nos “ayudaban” a que Vice tuviera sus espacios, a que nadie lo bombardeara con preguntas, y por sobre todo, a que sus hijo ayudaran a Vice a integrarse sin exigirle.
Siguieron los cumpleaños y, aun cuando seguían siendo el caos perfecto, para nuestro Vicente era un “caos ya conocido” por lo que el mismo día del gran evento recordábamos lo que ocurriría… ruido, todos corriendo, tal vez globos que se revientan, etc. Por esta motivo, cada vez asistía a un cumpleaños le recalcábamos que el podía estar ahí hasta cuando se sintiera cómodo, que no era obligación participar de todas las actividades, que si en algún momento necesitaba ayuda se acercara a mi como mamá, pero que también estaban las mamás de sus amigos para pedirles ayuda, etc.
Conclusión: Creo no faltó a ningún cumpleaños, lo pasó espectacular corriendo entre el caos, se animó a participar de la piñata (ubicándose al principio alejado y luego acercándose cada vez más), e incluso asistió a más de alguno cumpleaños junto a la mamá de algún compañero a cargo de él porque nosotros no podíamos ir.
Al escribir esto creo, volví a sentir la misma angustia del primer día, pero a medida que el texto avanzaba, también sentí la misma satisfacción y alegría de haber avanzado, de no habernos quedado en “no le gustan los cumpleaños” porque nuestra moraleja fue que si le gustaba y quería estar ahí, claramente habían cosas que le desagradaban, pero… ubicándolo más lejos, dándole licencia para no participar en el centro de la actividad, anticipándole a lo que podría suceder, dejándolo libre de decidir y evitando este agobio de preguntas… en otras palabras “respetando su forma de participar y pasarlo bien”. Hoy a sus 11 años va a cumpleaños, paseos, fiestas y lo pasa espectacular.
- Familia Jiménez Viveros- Inclusivamente